Anna mira por la ventana del café
que da hacia la calle, perdida en sus pensamientos, dejando de lado la bebida
caliente y humeante sobre la mesa, afuera el frío y la lluvia corren entre los
rascacielos de la ciudad, sus recuerdos van lejos, a su antigua vida, a sus
antiguo amor, a esos momentos en los que la vida parecía sonreír… pero de eso
se trata, de estar preparados, porque cuando menos lo pensamos, el destino se
interpone en nuestro camino, y muchas veces… muchas veces nos destroza, nos
deja solos…
Diez meses antes de todo esto,
Anna sonreía en verdad, ella podía reír y mostrar esa dentadura digna de
revistas, Anna bailaba y cantaba, amaba y dejaba amarse, ella era una chica
feliz, viviendo plenamente sus 22 años, estudiaba en una universidad y como
medio tiempo para poder tener su propio dinero decidió que podía trabajar en
una agencia de modelos, gracias a sus belleza de princesa, su cabello rubio, y
su carisma, le fue fácil comenzar a desfilar por las pasarelas. Fue ahí, cuando
salió por primera vez a escena, que conoció a Dash. Un fotógrafo de 24
años, que al verla moverse con gracias
sobre el escenario, se olvidó completamente de las fotos y se dedicó a comerla
con los ojos.
Anna, al verlo… digamos que se olvidó hasta como se llamaba, se podría decir que sintió las mariposas en su estómago, sintió hormiguear su cuerpo entero, fue capaz se sentir como el aire se escapa de sus pulmones. Fue como muchos dicen, un amor a primera vista…
La historia podía terminar ahí, como muchos libros lo hacen, pero sabemos que no es así, sabemos que todo sigue, seria hermosos terminar en una página y poder decir “Fin”, pero no, el destino está ahí, para hacernos abrir los ojos y ver… que no existen los cuentos de hadas en la vida real, no existe tal madrina mágica para dar su toque con la varita, no existe el ratón de los dientes, no existe el conejo de pascua, y más de una vez tendremos que juntar nuestros propios pedazos del suelo si queremos volver a estar de pie.
Luego de un año y medio de amor y romance, Dash y Anna se seguían queriendo como el primer día en el que se hablaron, eran una pareja feliz y sonriente, iban juntos de aquí para allá, caminaban de la mano, se tomaban fotografías para subirlas a Instagram, salían a dar caminatas por la playa, y daban largos paseos por la carretera mientras escuchaban su música favorita. Eso mismo estaba pasando un diez de diciembre de ese año…
Anna y Dash iban en su descapotable color azul por la interestatal hacia California. El sol de ese día era fuerte y el cielo estaba completamente despejado, por los parlantes del BMW se escuchaba la música de One Republic. El cabello de Anna se movía incontrolable con el viento, y su cuerpo hacia leves movimientos mientras cantaba con gran talento la canción que estaba sonando. A su lado, Dash miraba entre la ruta y ella, sonriendo, admirando a ese tesoro al que amaba con todo su corazón, a veces se le hacía imposible quitar los ojos de su silueta, se sentía tan bien para él mirarla, tocarla, besarla, abrasarla, amarla… Dash sabía claramente que daría su vida por verla sonreír por siempre…
Anna, al verlo… digamos que se olvidó hasta como se llamaba, se podría decir que sintió las mariposas en su estómago, sintió hormiguear su cuerpo entero, fue capaz se sentir como el aire se escapa de sus pulmones. Fue como muchos dicen, un amor a primera vista…
La historia podía terminar ahí, como muchos libros lo hacen, pero sabemos que no es así, sabemos que todo sigue, seria hermosos terminar en una página y poder decir “Fin”, pero no, el destino está ahí, para hacernos abrir los ojos y ver… que no existen los cuentos de hadas en la vida real, no existe tal madrina mágica para dar su toque con la varita, no existe el ratón de los dientes, no existe el conejo de pascua, y más de una vez tendremos que juntar nuestros propios pedazos del suelo si queremos volver a estar de pie.
Luego de un año y medio de amor y romance, Dash y Anna se seguían queriendo como el primer día en el que se hablaron, eran una pareja feliz y sonriente, iban juntos de aquí para allá, caminaban de la mano, se tomaban fotografías para subirlas a Instagram, salían a dar caminatas por la playa, y daban largos paseos por la carretera mientras escuchaban su música favorita. Eso mismo estaba pasando un diez de diciembre de ese año…
Anna y Dash iban en su descapotable color azul por la interestatal hacia California. El sol de ese día era fuerte y el cielo estaba completamente despejado, por los parlantes del BMW se escuchaba la música de One Republic. El cabello de Anna se movía incontrolable con el viento, y su cuerpo hacia leves movimientos mientras cantaba con gran talento la canción que estaba sonando. A su lado, Dash miraba entre la ruta y ella, sonriendo, admirando a ese tesoro al que amaba con todo su corazón, a veces se le hacía imposible quitar los ojos de su silueta, se sentía tan bien para él mirarla, tocarla, besarla, abrasarla, amarla… Dash sabía claramente que daría su vida por verla sonreír por siempre…
-Si me sigues mirando así, voy a
tener que besarte… Dice Anna mientras sonríe hacia su novio.
-Lo lamento, es que eres
increíblemente bella nena… Dice él al tiempo que se acera y le planta un beso
en sus carnosos labios.
Pero es ahí… en ese preciso
instante, en que el destino interviene, o mejor dicho se interpone… Un camión
de cargas pesadas que viene en sentido contrario se acerca demasiado al carril
por el cual circula el auto de los chicos.
Es solo un instante, solo una milésima de segundo, solo un abrir y cerrar de ojos, no hay tiempo para nada, ni siquiera para dar un último respiro. Ya no queda tiempo para más palabras, ni siquiera para un simple “Te amo” y menos para pronunciar un “Lo lamento”. Porque en la vida es así, no hay tiempo suficiente para decir todo lo que pensamos, solo hay instantes, instantes que pasan demasiado rápidos… como el amor de Dash y Anna...
Mientras ambos se están dando ese beso, el camión impacta contra el frente del descapotable, produciendo un ruido similar a una explosión de bomba, vidrios y metales vuelan por los aires al mismo tiempo que el auto sale disparado hacia la derecha y se estrella contra las barandas de contención, pero ni siquiera eso alcanza para reducir su velocidad. El color azul del auto es lo único que se distingue mientras este hace un arco en el aire y cae con todo su peso sobre la tierra a 15 metros de la ruta…
Es solo un instante, solo una milésima de segundo, solo un abrir y cerrar de ojos, no hay tiempo para nada, ni siquiera para dar un último respiro. Ya no queda tiempo para más palabras, ni siquiera para un simple “Te amo” y menos para pronunciar un “Lo lamento”. Porque en la vida es así, no hay tiempo suficiente para decir todo lo que pensamos, solo hay instantes, instantes que pasan demasiado rápidos… como el amor de Dash y Anna...
Mientras ambos se están dando ese beso, el camión impacta contra el frente del descapotable, produciendo un ruido similar a una explosión de bomba, vidrios y metales vuelan por los aires al mismo tiempo que el auto sale disparado hacia la derecha y se estrella contra las barandas de contención, pero ni siquiera eso alcanza para reducir su velocidad. El color azul del auto es lo único que se distingue mientras este hace un arco en el aire y cae con todo su peso sobre la tierra a 15 metros de la ruta…
Silencio. Solo se puede ver algo
moverse entre los metales retorcidos del auto. Lentamente, y con mucho dolor,
se puede ver a Anna saliendo hacia afuera, su rostro cruzado por el miedo y la
sangre refleja solo una intención, buscar a Dash. Ella rodea el auto como puede
hasta llegar a lo que solía ser la puerta del conductor, sus piernas están
magulladas, y siente un dolor insoportable en su pecho, probablemente a causa
de las costillas rotas, pero aun así ella busca a su novio. Intenta como puede
agacharse para buscarlo pero… ella solo se queda pasmada, solo se queda ahí y
ve… Ve como Dash tiene la cara completamente cubierta de sangre, como sus ojos
están cerrados, y observa atentamente como su respiración se ha ido, observa
como Dash, el chico del cual se enamoró, el chico con el cual hacían planes
para el futuro, ese chico que la hizo ver el mundo de otra manera, su chico,
está muerto…
Diez meses después, Anna está
sentada en un café, mirando hacia la ciudad gris, atravesada por la lluvia del
invierno, pensando quien sabe que, olvidando por completo su bebida. Ella está
sola, ella ya no sonríe… Ella amó y fue
amada, pero el destino le arrebató eso que más quería, eso que la hacía
levantarse todas las mañanas, le quitó a ese chico que la hacía sentir
completa, ahora solo hay un hueco en su interior, solo un vacío que no se llena
con nada. Ella misma sabe, que si tuviese la oportunidad de volver a ese
momento, a ese instante, cambiaría las cosas, para que hoy, Dash estuviese aquí
con ella, pero sabe que no puede y nunca podrá, porque así es la vida, se basa
en instantes, y esos instantes son como gotas de agua cayendo, una vez que
golpean el suelo, nunca más vuelven a volar, nunca más un instante vuelve a
ocurrir, no existe repetición alguna…
Anna siente de pronto como algo
se ilumina a su izquierda, como el flash de una cámara. Voltea su cabeza hacia
el lugar de origen y ve a un chico…
Su respiración se corta, se vuelve superficial, su mirada se nubla por un momento, su estómago hace algo extraño, algo que ella sintió antes, algo que no sentía hace mucho tiempo, siente que su piel hormiguea de una manera extraña pero a la vez familiar.
Su respiración se corta, se vuelve superficial, su mirada se nubla por un momento, su estómago hace algo extraño, algo que ella sintió antes, algo que no sentía hace mucho tiempo, siente que su piel hormiguea de una manera extraña pero a la vez familiar.
-Lo lamento, no acostumbro a
acosar a las personas pero en verdad debes mirar la foto que acabo de tomarte.
Dice el chico de cabello castaño oscuro mientras se sienta frente a Anna, y
ella… solo puede seguir mirándolo, siente como si ya lo conociera…
-Emm. Sí, sí. No hay problema.
Anna sonríe y mira la foto, en verdad es muy buena.
-Por cierto, mi nombre es Duncan.
Dice él y mira a los ojos a Anna, también sonríe.
-Me llamo Anna. Dice ella,
consciente de que sus mejillas se tornan de color rosa.
En ese momento, como si el
destino lo hubiese decidido, la lluvia para, y un sol, un sol que promete cosas
nuevas, cosas bellas, sale afuera…
-¿Caminarías conmigo un momento?,
soy nuevo en la ciudad, no tengo muchos amigos. Dice Duncan mientras se para y
le ofrece su mano.
Anna siente que tiembla, pero
siente algo más, siente palpitar su corazón con gran velocidad, mira el rostro
del chico nuevo y no puede evitar hacer algo que hace mucho tiempo había
olvidado, Anna sonríe, una sonrisa genuina y amplia, agarra la mano de Duncan y
salen del café, salen a la calle, a la luz del sol. Ambos salen a afrontar lo
que sea, ambos salen a conocerse el uno al otro. Porque de eso se trata todo,
de juntar los pedazos de cada uno, armar lo que se supone que somos y volver a
intentarlo, volver a vivir los instantes, uno por uno, y vivirlos como si
fuesen los últimos. Vivir cada uno de los instantes y si alguna vez nos
quedamos sin nada, si alguna vez volvemos a romperos, haremos lo que ella hizo…
volveremos a empezar.
Y mientras tanto, en la calle,
bajo el sol, Anna y Duncan, se conocían
una vez más…
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